El empeño en traer la atención a la respiración una y otra vez me conduce algunas veces a sentir una quietud interna gozosa. Es un estado que cuando ocurre me siento conectada a mi eje, a un centro que me resulta gratificante y fácil de reconocer cuando estoy en él ya que la mayor parte del tiempo ando identificada con mis fantasías y pensamientos, yéndome con las charlas que surgen en mi mente.
Esta quietud a la que me he referido antes me proporciona el espacio mental suficiente como para permitirme atender pensamientos y sensaciones corporales que muchas veces reconozco como emociones a las que puedo poner nombre, notando como si al haber más espacio entre dichas emociones y pensamientos y mi eje, se hacen más llevaderas y puedo observar que este eje lo puede contener todo y a la vez no sucede nada de todo eso.