Son dos recursos que aprecio mucho por la capacidad que tienen de invocar al instinto y autenticidad de quien los emplea.
El aspecto experiencial o vivencial de la gestalt pretende que la persona se vivencíe a sí misma tan plenamente como le sea posible en el marco del darse cuenta de sus pensamientos, estados emocionales, sensaciones corporales y también de su sentido de la trascendencia. Esta forma de vivenciarse también incluye el comprobar de qué manera uno evita «ser» aquí y ahora y cómo se interrumpe el libre fluír de la vivencia.
La vivencia del «aquí y ahora» es la vivencia inmediata y subjetiva del que la experimenta y dentro de este encuadre se halla la vivencia de la escritura automática y de la poesía tal y como yo la experimento y tal y como la vivencío en mis talleres de creatividad.
La vivencia de leer y escribir poesía es de por sí potente ya que muchas veces contiene partes de uno que ni es capaz de interpretar y que quedan fuera de su sentido lógico. La poesía funciona muchas veces de despertador «del alma dormida».
La poesía adquiere sentido cuando uno la recita conectado, con la atención puesta al conjunto de la poesía, a su vibración más que cuando uno intenta pescar el significado de manera intelectual.
Cuando recito un poema encontrando en mí su entonación, su tiempo, sus silencios, su pronunciación, entonces sucede con más fuerza el contagio en los oyentes de aquel sonido, de aquel tono y de ahí surgen después escritas por ellos poesías fabulosas y a veces muy expresivas. Yo lo siento como un acto mágico y precioso. Y esto es así porque ha llegado al oyente un sonido particular de su vivencia, un eco, una resonancia que también le pertenece a él y que lo transmite en su poema.
Hay gente que se ha sorprendido gratamente al escribir sus poemas de este modo, cuando no habían escrito antes un poema o creían que no serían capaces.
La Grecia arcaica también usaba fórmulas verbales mágicas recitadas y cantadas. Fragmentos de Homero y Hesiodo, exclamaciones breves y palabras ininteligibles para corregir la desproporción o ametría de las emociones del alma.
Decía Sócrates que lo bueno y lo malo brota del alma y fluye de ella y por eso es el alma lo que ante todo hay que tratar con ciertos ensalmos si se quiere una cura eficaz de la mente y del cuerpo.